Mercurio en los labios del Gobierno

x Lady Ludd

[Traducción al italiano: Mercurio sulle labbra del governo]

Recientemente, el Gobierno peruano ha utilizado y difundido a través de los medios un falso binarismo: minería legal / minería informal. Este lenguaje dicotómico no ubica a la actividad minera como el problema de base sino que reduce todo a la legalidad. Con ello se reproduce la idea de que todas las leyes son buenas, o que si las actividades son legales -sin importar cuáles son- no se pueden cuestionar. El Gobierno no ha hablado en ningún momento en contra de la minería, sino a favor de si mismo, de su capacidad de control y dominio a través de las leyes[1].

Además, esto ha justificado en el resto de la población, por una parte, la aceptación e idealización de la minería corporativa y, por otro, la represión a los mineros artesanales. Es decir, el objetivo concedido ha sido favorecer el ingreso de las grandes empresas, para institucionalizar la minería a gran escala a través de procesos gubernamentales.

Quienes nos oponemos a la minería no lo hacemos porque esté “fuera de la ley”, sino porque contamina. En este sentido, la minería legal no contamina menos, solo paga impuestos en compensación; es decir, paga para poder contaminar. El “control ecologista” del gobierno no es más que “control económico” de la contaminación.

Minería manam![2]

Actualmente, ser ecologista es un recurso de marketing por lo que, pese a lo evidente, mucho se ha dicho también sobre la responsabilidad ética de las multinacionales. Cualquiera de los cuidados logísticos de los que pueda jactarse una minera es insuficiente porque, a diferencia de la minería artesanal, la industria minera realiza actividades masivas, cubriendo mayor extensión geográfica y procesos distribuidos en distintas regiones del mapa[3].

Ciertamente, lo que se ha dicho es que la minería legal “contamina menos”, no que no contamine. Se ha dicho que contamina pero de modo sutil. Desde luego, la contaminación minera se denota solo si se connotan sus “beneficios” (la Gran Metrópolis en el inconciente rural o urbano marginal).

Para el Estado y los Empresarios la única elección posible se encuentra entre contaminar más o contaminar menos, entre morir rápido o morir lento. Pero para que un río sea contaminado no hace falta llenarlo de mercurio. Que los empresarios coloquen un solo gramo de mercurio en la olla de sus comidas y comprenderán de qué estamos hablando.

Pero no solo ha hablado el Gobierno oficial. También los grupos de izquierda se han manifestado sobre el conflicto entre mineros artesanales y las fuerzas militares, sin embargo, han sido incapaces de superar la teoría performática del Estado. En su mayoría, estuvieron preocupados por la represión y los muertos (a corto plazo), y no con poca razón. Sin embargo, hay que aclarar que estar en contra de la represión del gobierno –e incluso, las multinacionales- no es lo mismo que estar a favor de los mineros «artesanales».

Hay que recordar que los «mineros artesanales» lo son porque han encontrado una actividad «lucrativa» (muy probablemente, el debate sobre la contaminación en si mismo no les interesa), no una simple forma de subsistencia, es decir, reproducen la propia lógica del capital: vivir para producir mercancías. La mayoría de ellos, de hecho, quieren formalizarse. Querer formalizarse significa querer ser controlado por el Estado.

Escribir nuestra propia mitología Muki[4]

Por lo antes dicho, cualquiera podría pensar que esto es un manifiesto en contra de la Minería (corporativa u artesanal, legal o informal), del Estado (y su lenguaje performático que lo justifica y reproduce en el inconciente de quienes capturan su lectura), del progreso tecnológico de la Sociedad Industrial (dedicado básicamente a cubrir las necesidades modernas del capitalismo, y que en lugar de satisfacer necesidades humanas, las perjudica). Esto es cierto.

Pero el cometido de la revuelta no solo ha de consistir –de modo parcializado- en manifestarse en contra, aunque sea para mantener la salud emocional y la vitalidad creativa de los propios anarquistas. Nos encontramos en el peor tiempo y en el peor escenario (el territorio controlado por el Estado peruano empieza a constituirse como una Nación y emplea un lenguaje que no lo repele de las multitudes; el Progreso y la Modernidad, así como el mito del peruano exitoso, son sus nuevas banderas para hacer camino hacia “Un mundo feliz”, A. Huxley dixit); por lo que se requiere destruir los valores psicológicos de la sociedad a través de métodos prácticos creativos.

Por un lado, sabemos que pueden generarse formas de vivir en las que la minería resulte innecesaria, que los procesos extractivos de “recursos” minerales empleados por la ciencia moderna no son un trayecto incuestionable o propio del genoma humano. Más que la defensa de una nueva –o antigua- Naturaleza (es decir, una nueva moralidad) se requiere de inteligencia anárquica y devenir multidimensional para abordar nuevos conceptos de belleza, de ecología y de existencia. La existencia de la humanidad no inicia con la electricidad o en la época de los metales. Han existido y existen muchas comunidades que no necesitan de sistemas industriales ni aparatos eléctricos, y sus experiencias son muy inspiradoras en lo que nos queda por generar nuevos métodos de subsistencia orgánica.

Del mismo modo, muchas comunidades han atendido a la minería de modo crítico expresando consignas de rechazo a las actividades extractivas como “No queremos oro, sino comida”, lo cual supone un radical e interesante anticapitalismo existencial, y otros muchos han muerto víctimas de trastornos en la salud por lo que en diferentes lugares de la sierra, personas con experiencias de este tipo, no escatiman en declararse contra la Minería. Sobre todo, hemos de destacar el nuevo paradigma que se ha impuesto de modo arbitrario y sistemático en diferentes pueblos del mundo, para así entender holística y epistemológicamente lo que implican la Modernidad y el Progreso, es decir, para afinar las flechas de nuestro carcaj ingobernable.

Lady Ludd

Notas

[1] Esto es y será una constante. El gobierno solo puede encaminar términos provenientes de su propia lógica definiendo y reproduciendo a través de ello nuevos conceptos y percepciones. Algo parecido ocurrió cuando el presidente, Alan García, declaró a los pobladores de la Amazonía como “ciudadanos de segunda categoría”. Lo hizo de modo despectivo, y la prensa, e incluso los propios comuneros, lo asumieron así. Pero esta frase tiene encriptada una máxima moral que dice “ser un ciudadano de primera categoría es bueno”, que todos debemos buscar alcanzar ese status, y, por tanto, que quienes viven en el campo, o no acatan las normas de la ciudad y la civilización moderna, son proto-humanos. Más que un insulto, fue un halago, un halago a la ciudadanía, a los modelos de convivencia hegemónica que el Estado pretende imponer. Y lo hace de modo sutil porque la manipulación psicológica genera una “aceptación” por la obediencia, una conciencia enajenada, un suicidio voluntario (que es, además de la violencia física, el único diálogo posible entre el gobierno y “sus gobernados”).

[2] Manam, Manan. Palabra proveniente del idioma quechua, denota negación. Significa «no».

[3] Con los cuidados respectivos, por poner un ejemplo, se puede matar dos truchas al día. Esto parece ser un promedio pequeño, pero si en un día se tiene actividad en treinta ríos diferentes no estamos hablando de dos truchas sino de sesenta. De hecho, la minería no solo mata truchas (decir que mata truchas, también es decir que envenena el posible alimento de pescadores), también lo hace con comunidades enteras al contaminar los ríos y el aire de los que ellas y las demás especies se alimentan… y, así, orientando el progresivo abandono de sus propias costumbres artesanales para convertirlos en mineros eficientes que no miran el cielo sino sus bolsillos.

[4] Muqui, Muki. Personaje mitológico: duende que habita y protege los interiores de las montañas. También se le asocia con ser un sujeto que se ensaña con las mujeres bellas de las minas, a quienes secuestra, y con los mineros, a quienes mata a través del entierro o la asfixia con minerales.