Luego de la cancelación del proyecto minero Tía María en Arequipa, conseguida a mediados del mes abril luego de 17 días de paro -y el lamentable asesinato de cinco pobladores en manos de la policía-, hemos visto como, desde inicios de mayo hasta nuestros días, en Puno se han bloqueado las carreteras principales, incluyendo las que limitan con Bolivia, en señal de protesta frente al nuevo proyecto minero en su región. Ambos casos forman parte de los 117 conflictos socio-ambientales que ha reportado la Defensoría del Pueblo en lo que va del año, y 95 de ellos corresponden al presente mes.
Nuevamente se puede comprobar que este no es un tema aislado sino que es una problemática que ocurre sistemáticamente en todos los lugares; pues, cuando se impide un proyecto minero en un lugar, se inicia uno nuevo en un lugar menos hostil. De hecho, en muchos de los casos, se trata de las mismas empresas mineras que operan con diferente nombre, y en diferente región, para ocultar el imperio industrial que representan.
El Imperio de la Minería
x Lady Ludd & Organización Invisible de Mukis Libertarios
Los proyectos mineros y petroleros se encuentran en todos lados; pero las víctimas y la insatisfacción social también. Es importante tener en cuenta que el problema no solo son las ambiciones empresariales de algunos grupos de poder económico sino el modo de vida que han construido para cada uno de nosotros, a través de la historia, en el que la extracción energética es un elemento inevitable para el funcionamiento de los entornos urbanos e industriales, pues la autonomía y las formas de vida artesanales no son rentables ni compatibles a las formas industriales de dominación.
- Los Medios de (In)Comunicación
Desde Lima los medios de comunicación se han encargado de anular el tema de la minería trasladándolo hacia el carácter ilegal del paro y las huelgas, criminalizando todos los actos de protesta, buscando identificar “los culpables de los desórdenes” y preocupándose por las posibles repercusiones empresariales (el turismo y la “mala imagen”; la inversión privada y los “recursos” naturales; el “progreso”, el “desarrollo”), nunca sobre las repercusiones ecológicas (a menos que sean comprendidas empresarialmente). Tal como lo hicieron durante la invasión militar en Bagua, y los conflictos aparentemente ya olvidados en Piura (Majaz), Cajamarca (Yanacocha), etc.
Otras tácticas sutiles y frecuentes para esconder el problema real que es la extracción e inevitable contaminación de toda empresa minería, y mostrar un falso interés, han sido:
– Criticar solo la minería artesanal e informal: “Si quieren contaminar, tienen que pagar”.
Hay muchas razones para oponerse a la minería informal en particular, pero sus acusaciones (en referencia a explotación laboral, explotación infantil, irresponsabilidad ecológica) solo han servido para polarizar a través de una dicotomía ficticia las formas de aplicación minera y defender la minería industrial, a gran escala, legalizada por el estado; argumentando que esta es más adecuada por su nivel de organización y su poder económico para mantener en buenas condiciones (salario y salud) a sus trabajadores y pagar los impuestos, el tan mencionado -y codiciado- canon minero. En resumen, el problema de la contaminación es trasladado, nuevamente, al de la rentabilidad; pero ni la legalidad ni los impuestos impiden la contaminación, sino todo lo contrario: la justifican, la formalizan, la legalizan. “Cuando el último río sea contaminado, se darán cuenta de que el dinero no se come.” (–Profecía india)
– Criticar solo la minería extranjera: “Si quieren contaminar, tienen que ser del Perú y para el Perú”.
En muchas ocasiones, los medios, pero también los propios pobladores, defienden las empresas mineras únicamente porque sus dueños o sus operarios son peruanos. Existe toda una ideología, en expansión en la actualidad, que relativiza todas nuestras actividades justificándolas con discursos nacionalistas y hasta xenófobos. De este modo, ya no se defiende la tierra, ni sus ecosistemas, sino “el País”, un Estado/Nación y demás abstracciones que se utilizan como escudo para defender lo que a sus representantes legales les sea más conveniente. Pero lo cierto es que la minería contamina en todos los territorios, no tiene fronteras, y no es un problema nacional sino global – por lo que se requiere análisis y organización, también globales y holísticas.
– El mito de la minería responsable.
Existe un mito, el mito de la minería responsable: los pobladores tienen autonomía y la tierra no se contamina. Hasta ahora no se ha comprobado, y todas sus experimentaciones han tenido nefastos resultados ecológicos en los lugares, y en la vida de las personas, que han invadido sus maquinarias – para ocultarlo, y mantener el prestigio empresarial, se ofrecen beneficios económicos, nunca ecológicos.
Hoy existe un mito, los pobladores tienen autonomía y la tierra no se contamina.
Pero antes era una posibilidad tangible. Cuando en esas poblaciones no existían, ni eran necesarios las empresas mineras ni sus mitos de responsabilidad.
- La repetitiva trampa del diálogo
“El dialogo existe sólo cuando los individuos pueden hablar sin mediaciones, o sea cuando están en una relación de reciprocidad. Si alguno tiene el poder de imponer las preguntas, el contenido de estas últimas le será directamente funcional (y las respuestas llevarán en el método mismo el marco de la sujeción).” –Ai Ferri Corti. Anónimo
El diálogo es una ficción si no se desarrolla de modo horizontal. Por un lado están los empresarios, con su fuerte poder económico, las leyes del estado y sus fuerzas represivas, con ostentosas ambiciones extractivas y empresariales escondidas bajo esperanzadoras campañas de publicidad y programas de responsabilidad empresarial, con la mirada y los comentarios tendenciosos de la prensa. Y por otro lado están los pobladores que no tienen más que sus vidas y sus palabras, o las piedras que encuentran en la calle, para defenderse. Cuando los pobladores toman las carreteras, dejan de hacer sus actividades normales y se organizan con sus vecinos y amigos para protestar, YA están expresando una postura, una decisión, están diciendo NO.
Pero para la prensa y para los empresarios, el diálogo no puede acabar hasta que no digan que si. Si no lo hacen, hay que convencerlos a través del soborno, el miedo y la manipulación o la mentira.
En la actualidad los métodos de convencimiento se realizan por la fuerza, debido a la escasa información que manejan los pobladores y que se difunde, al ser un país centralizado en la capital, pero ciertamente debemos considerar que el Estado moderno también es capaz de forzar a tomar decisiones a través de la educación y la cultura, a través de proyectos o «consultas populares», inculcando la ideología empresarial minera en los razonamientos de agricultores que cada vez encuentran más afectadas las tierras con las que conviven. Estos métodos “democráticos”, desde luego, también son reprochables ya que constituyen el fascismo cultural de nuestro tiempo y requieren de análisis, así como lo requieren todas las intensiones discursivas del biopoder, dentro de los movimientos sociales y las multitudes críticas que puedan surgir para ofrecer nuevas prácticas de resistencia anticapitalista y creación autónoma.