“Dios es un orgasmo continuo”
Alejandro Jodorowsky
No es una fiesta para adolescentes pequeño burgueses ni para que las tiendas coloquen calabazas huecas de “semblante grotesco” en sus anaqueles. El anaranjado y el negro nunca fueron colores consignados a la Publicidad del Deseo Reprimido (siempre se conservaron, respectivamente, como el equilibrio del espíritu y el eterno silencio de la conciencia). Ni fantasmas cubiertos de tela ni brujas chillonas ni personajes de terror mediático deambulando en las calles como pequeñas propiedades privadas del patriarcado trabajador. Ni encantos de marketing ni cenas hipócritas ni condenaciones de pecado culpa sexualidad acallada, sino vástagos de conciencia, verdaderas hechiceras de la Era de Zión, danzantes nudistas, malabaristas de la secta Émile Armand en monociclo, prestidigitadores postnietzscheanos, nibelungos espasmódicos.
Una genuina hueste del amor desatado.
Halloween era para los antiguos celtas la noche, la última noche del año, en que la Muerte expulsaba sus ánimas perversas, motivo por el cual el pueblo se organizaba en pequeñas hordas para ahuyentarlos. Salían los pobladores con máscaras temibles, antorchas, trajes excéntricos, botellas de vino y un par de bolsas de castañas, dispuestos a combatir con todas sus fuerzas a los demonios.
Las aldeas se organizaban en campamentos de cinco personas y, siendo más de un centenar de familias por aldea, daban muestra de que se trataba de un acto masivo. Tal como apunta Edgar Plank en su obra Myth-apology, “el Halloween de los celtas era una batalla espiritual sin tregua. Las gentes hacían brigadas alrededor de las viviendas. Acampaban en el bosque y, en medio de las frondas, comenzaban sus rituales encendiendo un fuego” (Pág. 138, Editorial El Ungido).
Según Plank, la ceremonia de Halloween consistía en dos fases, dentro de cada brigada: primero, un monje druida iba a rezar bajo la densidad de la bruma, la grandeza de la luna y el abrigo del follaje; y segundo, un bardo quedaba encargado de proveer de vino y frutas a los combatientes, mientras danzaban entonando melodías a favor de la vida.
La danza, por su parte, trataba de una redención interior que trascendía toda ilusión y enfermedad. Alrededor del fuego sagrado, los comensales se quitaban sus prendas de vestir, se embadurnaban el cuerpo entero de ceniza y hablaban con los cuervos.
Esto es un ejemplo de que Europa, unos siglos antes de la era cristiana, representaba un punctum importante de conocimiento trascendental. Por ejemplo, cuando los celtas llegaron a Grecia, los helenos exclamaron: “¡Tanto desprecian la muerte que combaten desnudos a excepción de un cinto!” (Plank, Pág. 63).
Asimismo, cabría preguntarse: ¿por qué motivo Julio César mató tantos galos? ¿Por qué Gregorio IV instauró el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre -día siguiente a Halloween- para “mitigar los ritos paganos”?
Ciertamente, la Historia supone a los celtas como vándalos, los da por gens bellicosissima –tal como les apodaban los romanos-, mas a este tenor es probable que hayan sido unos auténticos aventureros, nómadas de las artes del fuego. Y a objeto de mantener el equilibrio, no cabe ignorar sus tendencias colonialistas tanto como afirmar la cadencia de su arte.
En cualquier caso, nuestra intención no es ser apologistas del antiguo dominio Indoeuropeo. Se trata, más bien, de aprender de cuanto fue dado, en vez de condenar desde la ignorancia como lo hiciere el puritanismo rancio, que terminó llevando a la picota a los pueblos célticos por no querer pagar los impuestos eclesiásticos.
De mismo modo ocurrió con los aquelarres, que de acuerdo a la Historia fueron condenados como actos satánicos y herejes, pero que a través de estudios antropológicos (véase El Dios de los brujos, de Margaret Murray) hoy sabemos que eran simples rituales donde las personas se volvían devotas, adorando del agua de mi sangre, la tierra de mi cuerpo, el aire de mi aliento y el fuego de mi espíritu.
A lo largo de los siglos, en diferentes culturas se ha manifestado una inclinación por alcanzar la Luz, la luminiscencia primordial. Los islámicos, por ejemplo, suelen confundir el En-Nür (Luz) con el Er-Rüh (Espíritu). Oghuz qa an estuvo con la mujer más bella gracias a una irradiación celestial. Y aunque la noche sea el más poético de los temperamentos del cielo, la luz yace en el suelo de un callejón como feto del Caos-Verbo, rayando las paredes del vecindario con parábolas ‘patafísicas.
Como explica André H. Sortier en la Historia de la Iluminación: “Para muchas religiones la luz es entendida, desde una perspectiva ontológica, como la travesía interior que va más allá de toda luz, incluso más allá de toda sensación y noción. La reflexión era bastante sencilla: si dentro de uno se halla la luz, el Dios de la Luz es uno y, por lo tanto, Uno es Dios. Homo est Deus. Cada ser es tan ubicuo como el aleteo de una mariposa: la conjunción de los polos opuestos en aras de obtener la unicidad eterna” (Pág. 87, Editorial Baphomet). Y más adelante, Sortier concluye: “pero si bien somos dioses sobre la Tierra, jamás podremos ser a pesar del Altísimo, del mismo modo que una gota de agua no es el océano” (Pág. 88).
Krishna, uno de los tantos nombres de Dios, viene del sánscrito y significa “el Todo Atractivo”. Hermoso es respirar y sentir amado por Él; una experiencia que se conoce en griego como Baph Metis, que quiere decir “bautismo de luz”. Dentro de esta esfera de incalculable amor, se halla la Justicia Divina.
Una exégesis de la Biblia hecha por Miguel Bakunin, asume que Satanás es “el primer librepensador y emancipador de los mundos”, siendo éste quien “lo emancipa e imprime sobre su frente el sello de la libertad y de la humanidad, impulsándolo a desobedecer y a comer del fruto de la ciencia”.
Según el anarquista ruso, “Yahveh (…) quería que el hombre, privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno animal, siempre de cuatro patas ante el Dios eterno, su creador, su amo”. No obstante, este análisis se equivoca al suponer literales las santas palabras, tanto como algunos sacerdotes las convierten en dogma cadavérico.
El árbol de la ciencia es el símbolo de la libertad, donde los hijos del Gran Arquitecto pueden elegir entre la duda y la fe. La primera proviene del ego y la mente; la segunda, de la confianza en la vida. Así, pues, el karma/pecado se vuelve cenizas ante la oportunidad de santidad que otorga Allah.
Bakunin era, en realidad, un amante de la justicia, si bien sus intentos por alcanzar una mayor equidad humana eran vanos al negar la Conciencia Omnipresente. Las naciones y los gobernantes, las culturas y las civilizaciones, son polvo ante su eternidad. Son un suspiro en medio de los milenios.
Sólo un orgullo desmesurado es capaz de confundir religiosidad con ingenuidad y, a la vez, elogiar al mal pretendiendo desmoronar la mentira. Tarde o temprano sale a flote la verdad, a pesar de Las Cruzadas, la prohibición de traducir la Biblia, la teocracia y su lesa deidad, etc.; como vio la luz el discurso del obispo Strossmayer. La condena, no obstante, tiene un poder superfluo en relación con la fuerza liberadora de la misericordia: Deus caritas est.
“Si amor fue nuestro principio, amor es nuestro fin –asegura Joaquín Trincado en su obra Jesús hombre y no Dios-. Luego para llegar al fin, debemos contar con los medios, y estos medios no pueden ser restringidos; luego si no pueden ser los medios restringidos (porque la restricción sería un obstáculo), tenemos plena libertad”.
Mas de cierto os digo que libertad no debe confundirse con libertinaje. Aleister Crowley, editor de la revista Lucifer, afirmaba: “Haz lo que quieras. Eso debe ser toda la Ley”. Y este lema puede interpretarse como una ampliación de la conciencia o como un suicidio colectivo, porque no es lo mismo regocijarse en el amor universal que promover un desorden colectivo (“El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace” –León Tolstoi).
Sea como fuere, sentimos tanta pasión hacia el misterio que, así como terruño gaélico nos embelesa con su apología a la libertad, también en ocasiones detonamos con nitroglicerina cualquier binomio logocéntrico que se nos atraviese en el camino: no somos escépticos ni dogmáticos, sino paganos ávidos de experiencias psíquico-viscerales orgánico-mágicas.
Olvida a los cientos de millones declarados o por declarar revolucionarios. Son una banda de renombrecillos marcados en algún troquel de la Historia. Y de todos ellos se desprende la inmensa cantidad de pensadores, guerrilleros, caudillos, grupos, personajes, mártires, santos: toda una gama de superhéroes con los cuales usted podrá optar al título de Gran Idiota Revolucionario, patrocinado por su Desodorante Hipoalergénico Izquierdista. No crea en imitaciones. Usted está siendo filmado. Peligro, no pase. Cuidado al respirar. No pare. Alto. Disculpas endémicos masivos vomitivos. Gracias, somos parte de unas Ong’s muy bien organizadas y nos queremos mucho. Hasta luego niños, y que el éxito los acompañe. Los animadores se quitan las caretas de plástico-sonrisas y quedan al descubierto sus rostros de vida no satisfecha, efebos gordos, macilentos y precozmente envejecidos por el cigarrillo: sabandijas del sistema trabaja/consume/muere.
Entonces, ¿por qué secundar a alguien en vez de respirar en el presente, agradecidos con la existencia? “Dios tiene noventa y nueve nombres, cien menos uno. Quien los enumere entrará en el Paraíso. Él es el singular, y le gusta que Sus nombres sean enumerados uno a uno” (Corán, hadiz de Abu Hurayra)
Este pasquín no es vanguardia Sólo declara, como los anabaptistas: omnia sunt comuna, esto es, todo es de todos. Cada uno de nosotros un ENTE. Homo est Deus. Entendemos que la “cuestión social” estriba en la Voluntad, que es individual y polimorfa. Por lo tanto, no aceptamos por ningún motivo la voluntad de la mayoría (democracia) ni una voluntad única (monarquía, autocracia, etc.) ni varias voluntades (aristocracia), sino que sentimos, serenos, las melodías del corazón y nuestra autenticidad volitiva (anarquía). Voluntad de Uno, por Uno y para Uno, glorificando a Jehová en humilde hermandad.
La buena semilla dará buenos frutos y… ¡Babilonia va a caer!
Por un lado, la belleza creada por Potoruto. Por otro, un sistema ideado para reprimir conductas y negar nuestra divinidad, obligándonos a temer nuestro cuerpo y llenarlo de culpa; para torturarnos con un tiempo lineal y toda la fanfarronada de jerarquías y conceptos y saleros de restaurante chino. Ejércitos dinamita guardias fusil ametralladoras rifle inspectores escopeta disparos bazooka uniformes revólver detectives pistola guerras arcabuz sargentos carabina armaduras metralleta balas granada granadero granadina. ¿Qué significan cada una de esas palabras? Que nos han querido hacer creer que un crimen constituye, por ejemplo, que una persona mate a otra, que robe un carro o, como sucede en algunos casos, que haya intentado suicidarse; y que, abanderándose en el argumento de que la “bestialidad” deber ser contenida, emplean todos esos asquerosos fonemas (y mil disculpas a la granadina), todas esas represiones del ser/devenir eterno.
El único crimen posible no es la muerte ni el robo ni ninguna noción fisiológica, jurídica o moral; no tiene que ver con armas, guerras, tratados o delegaciones de poder; incluso está exento de cualquier causa exterior como la patria, la ética, la humanidad o la libertad. El único crimen posible es negar la naturaleza del ser. ¿Y qué más rebelde que esto si todo lo demás se desprende por sí solo?
El ser es un diamante.
La conciencia es universal.
ENTE (Ejército Nihilista de Terrorismo Espiritual)